Paz y Conflicto

¿Para dónde vamos con el ELN? Análisis en medio de la cuarentena

EDICIÓN 98/99 ENE-JUN 2020

Por Andrés Aponte y Daniel Amaya

Durante los últimos años diversas ONG´s, algunos opinadores, académicos y tomadores de decisiones, han señalado el proceso de reacomodo territorial del cual ha sido objeto el Ejército de Liberación Nacional (ELN). La narrativa que explica dicho asunto parte, en líneas generales, del copamiento sistemático de los espacios dejados por las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) y la diversificación del portafolio tributario eleno (minería, coca, control de pasos fronterizos, etc.).

Si bien este relato es cierto, ya que muchas de las áreas donde el ELN ha adquirido notoriedad y relevancia eran zonas de antiguo dominio fariano, la actual coyuntura expone que esta narrativa es simplista e incompleta para abordar y analizar el presente del grupo, pues los recientes sucesos en diversas zonas del país como Chocó, Cauca, Nariño, Arauca y Sur de Bolívar, exponen que el proceso de recomposición y expansión eleno no es tan consistente como se suele señalar y es bastante diferenciado espacialmente. Por ejemplo, esta insurgencia ha sufrido importantes reveses militares a manos de la Fuerza Pública y otros grupos armados, como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y las disidencias de las extintas FARC-EP, que se han traducido en la dada de bajas de importantes cuadros, deserciones y desmovilizaciones voluntarias, reduciendo así la capacidad elena de control y regulación en zonas donde se había logrado consolidar a lo largo de los últimos lustros. 

Por lo tanto, resulta imprescindible hacerse la siguiente interrogante: ¿cómo analizar e interpretar los recientes ires y venires elenos en los tableros regionales de nuestra prolongada y degradada guerra interna?

Un primer aspecto, es que el relato actual para entender el proceso expansivo del ELN hace ver que sus estructuras se insertaron en paracaídas, es decir, no encontraron resistencia o limitaciones a la hora de sustituir los órdenes erosionados. Segundo, vinculado con el anterior punto, es que resulta imprescindible comprender que estos espacios no están vacíos de pobladores, dinámicas económicas endógenas y procesos organizativos preexistentes: los procesos de configuración territorial y las trayectorias de integración y articulación condicionan (y mucho), las posibilidades de inserción y éxito de los actores armados. Tercero, se ha sobreestimado la capacidad militar elena, sobre todo, de los Frente de Guerra que han mostrado una importante actividad militar reciente como es el caso del Occidental; y cuarto, se ha tendido a confundir los medios criminalizados del ELN con sus fines políticos, lo que oculta el carácter político que contienen estos reacomodos territoriales. 

Las realidades territoriales del ELN

Los recientes sucesos en el departamento de Cauca exhiben lo poco consistente que ha sido el proceso de recomposición y expansión del Frente de Guerra Suroccidental, en particular, la situación de los frentes José María Becerra y Manuel Vásquez Castaño puede calificarse de crítica por los recientes golpes militares recibidos y algunas deserciones voluntarias de sus combatientes 1Caracol Radio, “Llega a 31 la cifra de desmovilizados del ELN en el Cauca”..

Estos hechos revelan que la recomposición militar de este Frente no es sólida (siempre ha sido uno de los más débiles en esta dimensión), pero, más importante aún, es que sus estructuras muestran limitaciones e imposibilidades para mantener un orden social ante la reconfiguración del ajedrez de la guerra 2Con esto se alude a que su tipo de regulación y tramitación sea percibida esté plenamente conectada y sea eficaz para atender los problemas de la vida cotidiana de los locales.: en el norte del departamento la compañía Miltón Hernández fue expulsada por la columna Dagoberto Ramos y en el sur, en zonas de Argelia y Micay, por la Carlos Patiño y las operaciones militares del Estado colombiano 3Revista Semana, “¿Volvió la guerra al norte del Cauca?” enero 30, 2019; “La nueva guerra entre disidentes y ELN que golpea al Cauca”, abril 25, 2020..

En Nariño, hacia la cordillera y la zona del Patía es donde mejor le ha ido a este Frente, ya que ha ocupado los espacios dejados por las FARC, gracias a sus acuerdos previos con la extinta guerrilla y porque la correlación de fuerzas le favorece frente a otros grupos armados. Con esto ha controlado y regula la vida lo largo de la ribera del río, ya que sus modos de control y ordenamiento son bastante semejantes a los implantados por la compañía Mariscal Sucre de las FARC-EP. 

Una situación similar experimenta el Frente de Guerra Occidental, estructura que quizás más protagonismo ha adquirido durante los últimos años por el importante impacto humanitario que ha generado su confrontación con las AGC: asesinatos selectivos, amenazas, reclutamiento, desplazamiento, confinamiento, entre otras dinámicas 4Para comprender los impactos humanitarios recientes basta con ver los diversos informes del Acuerdo Humanitario ¡Ya! en el Chocó.. Del litoral del San Juan, tradicional bastión eleno, se insertaron varias estructuras al Baudó e intentaron asentarse en Medio y Bajo Atrato.

Contrario a lo que se indicaba en meses recientes, en ambas áreas del departamento, este Frente ha ido perdiendo terreno con las AGC, en términos militares –una particularidad, es el constante señalamiento de connivencia entre las AGC y las Fuerza Pública- y sociales. En el Baudó, las AGC llegaron hasta las zonas altas de esta subregión5Noticias Uno, “Enfrentamiento de bandas de narcotraficantes provoca desplazamiento de población en el Alto Baudó”, mayo 25, 2020. y la guerra la tiene, prácticamente, perdida en el Bajo y Medio Atrato6El Espectador, “S.O.S para el Chocó”, abril 2, 2019..

Estos sucesos recientes muestran que la modernización y ampliación de la tropa elena no es del todo suficiente para acaparar los territorios vacíos, esta estructura tiene problemas para conectarse con las demandas de tramitación y gestión de conflictos de los pobladores. A su accionar violento, se le suma un rostro bastante militarizado en sus relaciones y orden impuesto, y como corolario, esta guerrilla no ofrece canales de ascenso social ni de acumulación de capital, como sí los tienen las AGC. De ahí que este ELN sea percibido como un ejército de ocupación y muchos lugareños, de algún modo, añoren los tiempos de dominio de las FARC, porque esta sí consensuaba las normas y reglas de convivencia7Conversatorio con Leyner Palacios..

El Sur de Bolívar puede ser considerada la zona más crítica en la actualidad. A pesar de que esta estructura había pasado por un proceso de recomposición, de la mano de las FARC, e incluso, se había insertado recientemente en áreas del Bajo Cauca82018., en los últimos años ha sido el Frente que más y mayores contratiempos militares ha experimentado y el que menos actividad armada reporta. Han sido dados de baja importantes e históricos cabecillas como “Samuelito” y “Gallero”9El Colombiano, “Integrante de la Dirección Nacional del Eln muere en operación del Ejército”, julio 26, 2018; El Tiempo, “En operativo contra el Eln cayó un jefe de la Dirección Nacional”, mayo 16, 2020..

Estos golpes militares y la escasa actividad armada, revelan que esta estructura nunca se ha podido recomponer del embate paramilitar, sobre todo este Frente pasó por un período de tensiones con los pobladores por la ausencia de cuadros cualificados, los cuales exhibieron un perfil más criminalizado y militarizado (2006-2011)10Entrevista Sur de Bolívar.. De ahí que estos factores expliquen lo endeble que es esta estructura, así como su capacidad de mantenerse en pie: son 40 años de presencia armada y ordenamiento de ciertos locales, en especial, mineros y algunos cocaleros, que no se pueden borrar de un solo tajo11Entrevista a ex guerrillero del ELN.; sobre todo, teniendo en cuenta la acción del Estado que solo despliega su cara militar y represiva.

Las excepciones a estos casos pueden ser el costado oriental del país, salvo el extremo del mundo caribe, pues allá las cosas no se han decantado de forma clara. En Catatumbo, si bien hay una preeminencia del ELN, esta sigue siendo cuestionada por el EPL, grupo que se alió recientemente con los Rastrojos para disputarle cierto control de la frontera y del negocio de la coca; además, está por verse qué sucede con la disidencia fariana en la zona. Y, en Arauca, hay una relativa tranquilidad porque la posición del Frente de Guerra Oriental no ha sido cuestionada, en parte porque sigue vigente el acuerdo establecido con las disidencias, tomando como base el de las extintas FARC; y porque la acción estatal no es contundente en esta área del país. 

¿Qué se puede concluir de este recuento?

La expansión territorial del ELN en zonas de economía ilegal y semiilegal es un hecho concreto, sin embargo, centrar el foco de la narrativa actual en una simple y llana estrategia de copar territorios para regular y extraer recursos de los territorios no permite completar el rompecabezas. En efecto, lo que hace este relato es confundir los medios con los fines; y no permite comprender los éxitos o fracasos que viene experimentando esta insurgencia en las zonas de reciente expansión.

Un asunto clave de los reacomodos territoriales de esta guerrilla no tiene que ver sólo con su capacidad de llegar, ejercer violencia y extraer recursos, sino también, está estrechamente vinculado con su capacidad de gobernar y derivar del poder político del tipo de orden que implanta. 

Por eso, si no se tiene en cuenta esta dimensión en los análisis existentes, así como las políticas de seguridad y de construcción de paz no solo partirán de un diagnóstico equivocado, sino que serán vacías e impertinentes. De tal forma, se propone adicionar a la narrativa existente las siguientes dimensiones de análisis. Primero, los factores endógenos de poder y su distribución en las localidades; segundo, las percepciones en los balances de poder que tienen los actores armados respecto de sus rivales o contrincantes; tercero, las relaciones que tenía el ELN con las FARC-EP antes de su desmovilización, y aunado a esto, las posibilidades y capacidades que han tenido los diversos frentes del ELN de sustituir, o no, los erosionados órdenes farianos; y cuarto, la forma cómo se materializa organizacionalmente cada frente, así como el tipo y la lógica de la violencia que despliega. 

A partir de estas cuatro dimensiones en cada uno de los territorios, se logra dilucidar de una manera mucho más profunda cual es el verdadero ELN y  por tanto, cuáles son sus verdaderas capacidades de expansión territorial, qué tipo de estrategias contrainsurgentes se deben desplegar e incluso, con qué Frente de Guerra hay que hablar de paz; máxime, en la actualidad donde asistimos a un reposicionamiento al interior de esta insurgencia que muestra al Frente de Guerra Oriental como la organización hegemónica en su interior. 

Foto portada: Katalina Vásquez G.

Andrés F. Aponte González

Investigador del CINEP/PPP.

Daniel Ricardo Amaya Alba

Politólogo con énfasis en paz y resolución de conflictos de la Pontificia Universidad Javeriana, maestrante en Ciencia Política de la Universidad de los Andes e investigador de la línea de Estado, Conflicto y Paz del Cinep/PPP. Su publicación más reciente se encuentra en el libro del CINEP, titulado: ¿Por qué es tan difícil negociar con el ELN? Las consecuencias de un federalismo insurgente, 1964- 2020.

damaya@cinep.org.co

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